Monday, December 7, 2009

sinrome y madurez

La palabra madurar viene a mi cabeza cada vez que pienso en algo que hace mucho me tortura y sigue haciéndolo. Madurando aprendí a tolerar cosas que antes no podía aceptar, aprendí a conformarme, aprendí a perder y a ganar, a saber que nada es absoluto.Asi voy ante cada nuevo acontecimiento encontrando su situación análoga en la historia de mi vida. “si esto ya me pasó debería saber manejarlo”. Y voy quitándole importancia a lo que se repite una y otra vez en mi vida porque simplemente ya lo viví y si ya lo viví debería poder manejarlo porque soy suficientemente maduro, porque ya no estoy tan verde.
Ahora empiezo a pensar en plantas, en vegetales y mi imaginación vuela a cualquier lado.la palabra madurar nos equipara a una planta en cierto sentido, como si el crecimiento, la completa maduración fuese solo una cuestión de tiempo que finalmente llega. Ahora, que es madurar en un hombre? En una mujer?.Es volverte duro ante cualquier estimulo? Es ser cada vez mas insensible a partir de un caparazón cargado de experiencia?
Restar importancia a las cosas porque ya las vivimos anteriormente no deja de ser una obviedad y no es precisamente mi punto. Si algo sucede una y otra vez no genera la misma sorpresa y sensación repentina que en un principio. Pero; ¿que pasa cuando lo que vuelve una y otra vez es algo penoso y no sabemos porque? Como las personas que viven con una soledad que aprendieron a tolerar, con un vacio siempre presente, que no los deja estar solos…
Entrar en una relación de intimidad con otra persona no solo implica una persona especial en tu vida sino una renuncia inminente de narcisismo, de dedicación exclusiva a la persona propia. Sin quererlo empezamos a vivir para estar bien con el otro y así estar bien con nosotros mismos a partir del amor que esa persona genera. Necesitamos sentir el amor vigente de esa persona de la que cada vez pedimos más como el drogadicto que se vuelve más y más tolerable a las diferentes dosis de sustancia, buscando en el exceso desmedido la satisfacción, lo nuevo. Y cuando la droga es removida por algún tipo de tratamiento enfrenta un síndrome de abstinencia, una serie de reacciones físicas alterando el funcionamiento normal del sistema nervioso. Lo mismo ocurre en una relación de dependencia emocional cuando esta se corrompe, hay que dejar un afecto vicioso.
Encontramos gente que entra y sale de relaciones de intimidad fácilmente pero siempre necesita una cuota de afecto encima para evitar el síndrome de abstinencia, para acortar ese periodo de reacciones físicas cuando un viejo vicio o amor o “manera de vivir acompañado” llega a su fin. Y hay otros que han madurado” y se han “endurecido” y no dependen de nadie habiendo aprendido a tolerar la soledad. en ambos casos son personas infelices que viven de la necesidad, unos capaces de estar solos ocultando un vacío inminente a partir de “su madurez” y otros que van de relación en relación conformándose “ingiriendo cualquier sustancia”.
Partiendo de la idea de que la felicidad absoluta no existe, entendiendo por felicidad el sentirse pleno que nada te hace falta, y que esta es solo un momento, la vida misma pasa a ser un síndrome de abstinencia. La madurez no deja de ser una droga de esas que inhiben la percepción del dolor, del estar solo y el ir de relación en relación es la misma estupidez. Vivimos en necesidad y en búsqueda de la persona, la sustancia o como quieran llamarlo, el maduro sabe esperar y esa es su droga que esconde su triste realidad, la enamoradiza busca en cada beso y esa es su droga y hay quienes quizás han tenido más suerte. No podemos vivir excentos de estimulos, no pregunten porque pero todo el mundo quiere estar con alguien alguna vez.

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